9 de julio de 2010

Ciudadanos argentinos, todos y todas



Cuando algún fiambre tipo Milán, encarnado en la forma de ser humano, critica desde la más profundo ignominia al otro y se solidariza, desde la más profunda e indisimulable indiferencia, con algún otro salame apersonado física y/o jurídicamente estamos ante la presencia del argentino medio-tibio-irresponsable (como-caca-recién-hechita), que merecería, según su propio criterio, tener otra nacionalidad y/o representantes al "estilo europeo". Así, tal cual, lo he escuchado.
Con esta oración-párrafo-reseña crítica que acabo de escribir quiero expresar mi más sentido pésame por todos aquellos muertos en vida que toman una equivocadísima posición ante diversos temas que en la actualidad nos competen como sociedad. Uno de ellos, a saber:

Matrimonio entre personas del mismo sexo y adopción conjunta de niños.

El tema central es la igualdad de derechos, de donde debe entenderse que la principal discusión es sobre la mala continuidad de la democracia hipócrita y ficticia, donde existen ciudadanos de segunda, discriminados así como por naturaleza o subnormalidad. Defender como lo hacen esos heréticos grupos evangelistas, de mentes simples, y algunos de nuestros más prehistóricos representantes políticos, verdaderos ejemplares del australopitecus argentum, es seguir creyendo en que las diferencias sociales son naturales, que la jerarquía se da porque sí, que siempre existió. Y sin ahondar demasiado, esto representa un desafío mayúsculo para nuestra sociedad, heredera de la sociedad colonial hispanoamericana de los siglos XVI en adelante, donde las distinciones etno-raciales de antiguo régimen hicieron (y aún hacen) imposible nuestro avance como sociedad.
De más está decir que las opiniones vomitadas por aquellos jerarcas eclesiásticos católicos y reproducidas por los medios oligopólicos ultraconservadores son de mi especial encanto. Cada vez que hablan se entierran solos. Nunca me voy a olvidar de que la Iglesia consideraba a los negros africanos como seres sin espíritu, a las mujeres como inferiores y sin derecho a decidir sobre ningún aspecto de su vida, al divorcio como la principal causa de destrucción de la familia. Pero apoya la procreación irresponsable oponiéndose al uso de cualquier profilaxis, defiende la pobreza y la miseria material de los que menos tienen (principal causa de destrucción de la familia), e interceden por los asesinos genocidas solicitando su perdón por parte de la sociedad.
Qué maravilloso mundo sería este si se dejaran a un lado los tontos e inútiles prejuicios y estructuras obsoletas que no nos permiten ver y pensar con claridad lo hermoso y complejo de este universo. Si se dieran cuenta que lo más sagrado que tenemos somos nosotros mismos y nuestra libertad, y de que un antiguo libro de historia como es la Biblia nos debe servir para aprender y no para embrutecernos, ¡qué maravillosa música sería para mis oídos ese canto de libertad responsable y sabia!

“Oíd el ruido de rotas cadenas, ved en trono a la noble igualdad…”
Continuará...

2 comentarios:

Daniela Godoy dijo...

Excelente reflexión...yo agregaría, que los jerarcas además, protegen y silencian a sus miembros pedófilos, entregan o persiguen a los comprometidos con alguna clase de justicia social concreta, no se ocuparon del esclarecimiento del crimen de Angelelli, no excomulgaron a Grassi ni a Von Wernich, y tanto más...!

GAD dijo...

Muchas gracias, Daniela!!! Es cierto lo que agregás, pero ya llegará la justicia para todos estos lobos disfrazados de cordero. Abrazo!